Acto Centenario Estévanez (I).


   El pasado viernes, 22 de agosto de 2014, celebramos junto a la Asociación Cultural MURGA LOS CHANCLETAS, un Homenaje - Encuentro Poético titulado "poemas y alguna calandraca", en conmemoración del centenario del fallecimiento de Nicolás Estévanez.
    Después de las presentaciones oportunas, se comenzó el acto con una explicación del termino "Calandraca" para ello se utilizó el prólogo del propio Nicolás Estévanez al libro con ese mismo nombre, leído por Nast Pulido Suárez.
  
   Me advierte Elias Zerolo, que Calandracas no está en el Diccionario de la Academia de la Lengua.
   Lo siento por la Academia, por el Diccionario y por Zerolo mismo.
   Si no está, ¿qué culpa tengo yo?
   Debiera estar, y así le faltaría una palabra menos. Es verdad que una palabra más o menos, apenas si se echaría de ver en el voluminoso Diccionario, puesto que son tantas las que en él faltan y sobran.
De todas maneras, si en el Diccionario académico no está el vocablo, estará seguramente en otros.
   Sin embargo, ya que la Academia al parecer ignora qué es Calandracas, me permitiré explicar lo que esta voz significa, no para ilustrar a la Academia,—¡pues no faltaba más!—sino para aquellos de mis lectores, en caso de tenerlos, que no sean del litoral ni hayan navegado.
   Calandracas es el nombre que dan las marinos, y se lo dan porque no tienen otro a los desperdicios de galleta que quedan en el fondo de los sacos; y también a la galleta averiada
que se reparte á la marinería cuando se acaba la buena, y aunque no se haya acabado.
   Dignas de envidia considero á las personas que jamás han comido calandracas, y también á las que las han comido á falta de otra cosa; hay ocasiones en que las calandracas tienen •sabor de ambrosía, en que un hombre -puede ser feliz-, con calandracas.
   Pero eso, dirá el lector, será cierto cuando se trate de las calandracas marineras; lo que no se comprende es que en la tierra firme se nos quiera dar calandracas literarias, rancias y mohosas.
   Bien dicho, si la lectura de estas Calandracas fuera obligatoria como lo es (en la Constitución) el servicio militar; pero nadie está obligado á leerlas. Bien quisieran poder, decir lo mismo los desventurados que la tienen de ración forzosa.
Explicado ya lo que calandracas significa, para que lo sepan los académicos y demás personas ignorantes, doy por concluido este prólogo que es por sí mismo una verdadera calandraca.

  Posteriormente se valoró muy positivamente la personalidad de Nicolás Estévanez, recordando su reacción frente al asesinato de los estudiantes cubanos el 27 de noviembre de 1871, al respecto José Martín Feo leyó un fragmento de las memorias de Estévanez y el contenido de la placa que conmemora este hecho en La Habana.
      • ¿Qué ocurre...? le pregunté a uno de los camareros.
      • Que los están fusilando.
      • ¿A quién?
      • A los estudiantes.
   Nunca, ni antes ni después, en ninguno de los trances por los que he pasado en la vida, he perdido tan completamente la serenidad. Me descompuse , grité, pensé en mis hijos, creyendo que también los fusilaban; no sé lo que me pasó; ahora mismo no acabo de explicrmelo. Dos camareros se apoderaron de mi encerrándome en un patinillo, sin lo cual es posible que a mí también me hubieran asesinado....
  … No dormí; formé el propósito de abandonar la isla, donde cualquier día podría tener la desgracia de formar parte de algún consejo de guerra, y yo no era capaz de condenar inocentes por ningún genero de consideraciones. Aquella noche de insomnio y pesadillas la recuerdo ahora como un delirio confuso, como un tormento borroso por la distancia, como el martirio de un hombre a quien le arrancan de cuajo, no los miembros, sino el alma, los más arraigados sentimientos y todas las ilusiones. 

  Terminamos esta primera parte con la lectura, por parte de Pepe Quintana, de la descripción que hace Secundino Delgado de su primer encuentro con Nicolás Estévanez.

 
   Lo vi y lo amé. Es un anciano corpulento, nervudo, de mirad franca; revela una voluntad poderosa, como poderosa es su naturaleza física, tiene grandes bigotes blancos y retorcidos, una perilla exuberante y también muy blanca. De ademanes desenvueltos, como las de un gran jefe; noble a veces y fiero a ratos. Viste de negro y cubre su traje un abrigo oscuro.
   Me espera en el interior de la reja. Sus palabras penetran dulce y amorosamente en mi corazón sediento de cariño. Es canario: el más grande de la época; el único. Mi tierra hoy sólo produce entecos, esclavos y eunucos al nacer. El que me habla no es de estos, tiene la arrogancia de los grandes de antaño. Y si no lleva la sangre de aquellos, se ve que mamó en el mismo ambiente.
Antes que me diga su nombre lo adivino; es Nicolás Estévanez...